Por Édinson Arley Bolaños
Norbey Sanclemente salió del bajo Naya el sábado santo 13 de abril de 2001, luego de que los paramilitares de Hebert Velosa, alias HH, asesinaran a la recordada Juana Bautista, su tía. Su retardo mental no fue impedimento para que los armados la violaran y torturaran, Juana era una de las 21 víctimas de la masacre del Naya, que dejó más de 21 asesinados.
Tenía 45 años, y Norbey apenas había cumplido los 13 cuando salió en su lancha de motor río abajo hasta encontrarse con el mar Pacífico y llegó al puerto de Buenaventura junto a dos de sus hermanas y varios familiares. En la selva virgen dejaron una finca y unos paramilitares que murieron ahogados cuando los negros les apagaron las lanchas en venganza por los asesinatos.
Desde que salió del Naya hasta la semana pasada, cuando me lo encontré en el centro de Buenaventura, habían pasado 13 años. Ahora su voz es gruesa, como la de esos hombres de 24 años que en estas tierras se echan al hombro a la familia. Dice que vive con sus dos hermanas, sus cuñadas y su esposa en el caserío La Playita, un barrio de bajamar donde las casas se levantan en zancos de madera.
Se hizo víctima cuando contó su historia ante la personería municipal en ese entonces, y hoy lo recuerda como si fuera ayer. Hace varias semanas cuatro hombres de Los Urabeños le ofrecieron pertenecer a la banda criminal y ganarse 600 mil pesos por portar un arma, vigilar la frontera invisible del barrio en que vive y porque no, descuartizar gente viva, como lo hacen los hombres mayores de 14 años y más que libran la guerra por el control territorial en el puerto de Buenaventura.
La cita que me dio para hablar de su última tragedia fue el lunes 17 de marzo en el centro de la isla. Ese día compré un diario local para medir la temperatura de lo que dicen vivir los porteños por estos días. Los titulares así lo anuncian: “Violencia ahoga el puerto”.
El titular se repite una y otra vez en los diarios que se dedican a contar los muertos de la ciudad. Ese lunes se habían cumplido apenas cuatro días después de que el Ministro de Defensa visitara la isla y, según el alcalde, anunciara militarizar con mil soldados a Buenaventura, y 300 policías más para retomar el control del territorio. Pero, pasado ese tiempo la estrategia parece no surtir efectos: en una fosa común esa mañana aparecieron desmembrados Davison Rendón, Estefanía Blandon y Carlos Ríos, Los tres eran paisas ,como llaman los bonaverenses a los blancos en la isla.
El reporte oficial del Cuerpo de Investigación Técnica (CTI) de Buenaventura, reporta que durante este año han desaparecido sido asessinadas 56 peresonas y desaparecidas 15 más; cinco de ellad fueron halladas muertas y de ocho más continúan no se tiene rastro. La gran mayoría son los negros que desde hace años vienen cansados que maten a los jóvenes, Ahoram además, los descuartizan o pican.
El motivo de mi visita a Buenaventura era el de buscar de primera mano más detalles sobre las mencionadas “casas de piques”. Sin embargo, a su nombre todo el mundo le huye, y más bien en las esquinas se habla pasito de eso, bajo la sombra de los diarios rojos que si lo dicen a con titulares grandes y en rojo sangre.
Norbey poco quiere mencionar las casas, pero cuando ya estamos en el último cuarto del segundo piso de una casa, con la puerta cerrada y sin que supuestamente nadie escuche, habla como si la boca del revólver besara su frente o cómo si creyera que luego alguien lo esperaría a la entrada del barrio para reclamarle con un machete filudo.
─Las casas de pique son las mismas casas de la población ─dice Norbey, y recuerda el episodio más reciente donde torturaron a una pareja de esposos pescadores y a su hijo.
─La señora entró engañada al barrio donde vivo ─agrega─, supuestamente porque allá le iban a entregar a su esposo que horas antes había sido raptado luego de vender el producido en la galería de La Playita.
Sin embargo, sin pasamontañas y sin decir una sola palabra la señora recibió varios impactos de un machete que vengó la desobediencia de pagar la vacuna del pequeño comerciante, dizque para sostener el grupo que le presta seguridad a la ciudad, dicen los criminales.
La cabeza de un solo tronco
La gran mayoría de los picadores tienen dos rostros: Los Urabeños y La Empresa. Ambas son organizaciones criminales de blancos, y aunque unos dicen que la segunda llegó primero al puerto, lo cierto es que Los Urabeños son el resultado de los costos que paga Colombia con la extradición.
La sombra del líder de Víctor Patiño Fómeque, líder del cartel del norte del Valle, flota sobre la región. En 2010 regresó luego de pagar seis años de prisión en Estados Unidos por tráfico de drogas ilícitas. El Químico, como también lo llaman, es el mismo narcotraficante que sopló a sus exsocios en el tráfico de drogas, como cooperación con las autoridades gringas, lo que durante su prisión generó el asesinato de 35 miembros de su familia, según reportes de prensa.
De él también se habla en la comunidad, y dicen que lo mencionan sus subalternos, los mismos negros entre 14 y 27 años, que se dejaron meter en su guerra para ganarse 600 mil pesos mensuales, luego menos del mínimo y ahora ni un solo peso.
Eso también lo tiene claro Norbey al explicar que esa es la razón por la que hoy se le cobra vacuna a todos los comerciantes, incluso a las famosas platoneras que se apostan en las plazas de mercado a vender el pescado fresco.
“La gallina toca comprársela a los proveedores que ellos indican y al precio que dicen, sino hay asesinatos ─dice─. Los huevos, la carne, todo paga impuesto. Hoy por ejemplo el centro de acopio de la galería La Playita prácticamente desapareció porque esa es una zona en disputa y ya nadie entra a comprar allá”.
Ni El Químico, ni de El Señor R, que también regresó en 2012 tras pagar 18 años de prisión en Estados Unidos, son nombrados por las autoridades a las que entrevisté. El alcalde Bartolo Valencia dice que con la seguridad que se implementó en los últimos días, en el puerto se vive con más tranquilidad, y que los cabecillas de las bandas criminales han sido capturados, a excepción de alias Orejitas, en el ojo de las autoridades.
La Fiscalía del puerto de Buenaventura reconoce que importantes cabecillas como alias El Nene, alias La F y alias Beterina, fueron capturados. Los que están haciendo daño son las estructuras de estas bandas criminales que quedan ubicadas en cada barrio de Bajamar y en el centro de la isla.
“El fenómeno hoy tiene dos caras: una que corresponde a la organización Los Urabeños y La Empresa, y otra, los muchachos que están delinquiendo por su cuenta”, le dijo una fuente de la fiscalía a EL PUEBLO.
Según el ente investigador, el fenómeno se ha ido desplazando a través del espacio del puerto. “Las personas desmembradas han aparecido en los barrios Muro Yusti y Piedras Cantas que hacen parte de la isla. También en los barrios Bolívar y Cascajal, que hacen parte del continente”, explica.
Las manos del tronco
Quizá el caso de alias El Nene sea el mejor ejemplo del prototipo de hombres que ingresan siendo niños y salen como jóvenes delincuentes de las bandas criminales. Fue capturado hace un mes en el puerto. Dejó once hijos y dos mujeres embarazadas. No tiene padre ni madre, pero sí encontró el refugio en una banda criminal que, a pesar de surgir en Antioquia, hoy se arropa en el Valle del Cauca, bajo el rearme de hombres importantes de los carteles de Cali y el norte del Valle, los mismos ya reseñados y que reemplazan a Helmer Pacho Herrera y Wilber Varela, alias Jabón, ambos asesinados por el mismo negocio que les dio miles de millones.
Recordar a los capos y decir que sus estructuras siguen coleando en territorios como el puerto de Buenaventura, también nos hace regresar a los barrios de Bajamar para establecer cuál es su relación con los mandos medios y cómo, estos últimos, han reclutado a las buenas o a las malas a los negros de la isla.
Buenaventura sin memoria
Minutos después de hablar con Norbey en el centro de Buenaventura, la cita es ahora con Adenis Zamora. Tiene cuatro meses de embarazo y tres menores hijos más, que están estudiando en un colegio del puerto. Hablamos en el mismo cuarto, con la puerta cerrada; pide que no la graben y que mucho menos se revele su nombre.
La negra, que no pasa los 35 años, ese día no se dejó llevar por el miedo y habló. Contó cómo resiste y sobrevive tres años después de haber salido desarraigada del río Raposo, todo porque la guerrilla de las Farc echó raíces en la selva del Pacífico, y el ejército no quiere dar ventaja.
Ahora Adenis no solo habla pausadamente, sino que confía en que le voy a escuchar los dolores de la tristeza de que su destino nuevamente sea salir de su territorio. Eso no lo ha podido desahogar en Buenaventura y tampoco se atreve a decírselo al alcalde, ni a la policía, porque cree que el puerto sigue igual de peligroso, y que prueba de ello son los muertos enchuspados que la marea que lleva y trae.
—Se forman enfrentamientos a toda hora y uno tiene que estar encerrado en la casa. Muchas veces hay que tirarse al piso para no encontrarse alguna bala. Yo no me voy porque me pregunto, ¿para dónde cojo si todo está igual? Entonces sigo resistiendo —dice Adenis, mientras acaricia en bebé que viene en camino y que tampoco tendrá a su padre el día en que dé a luz.
No obstante, la mujer tiene otra opción, irse a la nueva urbanización que la alcaldía y el gobierno construyeron con el dinero de la caleta que hace varios años le incautaron al narcotraficante “Chupeta”. El conjunto se llama San Antonio y de las casi 10 mil casas que prometieron construir desde el gobierno de Álvaro Uribe, apenas el presidente Santos el año pasado inauguró 568.
Pero allá tampoco quiere llegar Adenis. Primero, porque, aunque el alcalde Bartolo la ha denominado como la mejor para los estratos 1,2 y 3 en Buenaventura, ella dice que queda fuera de la isla y que no cuenta con las condiciones económicas para sobrevivir como lo hace al lado del mar. Segundo, porque sostiene que esa estrategia es para sacarlos de sus tierras con el fin de construir el Malecón Bahía de la Cruz, que el gobierno nacional iniciará en su primera etapa en los próximos meses.
Como ella, según el alcalde de Buenaventura, hay más de 3.000 que ya tomaron la decisión de desplazarse, unos por la violencia, otros porque tarde que temprano tendrán que abrirle paso al nuevo viejo proyecto turístico que a futuro pretende ser ampliado. Pero Adenis dice que no lo hará.
El mandatario local ha manifestado que llegará el momento en que se tendrán que reubicar, “porque hay proyectos que no se pueden detener y estarán por encima de los intereses de una persona, y eso tendrá que ocurrir así, sin violencias pero la gente no se puede oponer al cambio”, dice el burgomaestre.
Adenis se acuesta todas las noches pensando en lo que le dicen los pocos vecinos que quedan en su calle: que las cosas cambiarán mañana. De las 20 casas, hoy solo 4 están habitadas. Dice que prácticamente está sola en el barrio Pampa Linda y que lo que más le pide a Dios es que su raza, los muchachos de 14 y 20 años, no vuelvan a su casa a ofrecerle las armas a su hijo de 15 años.
Según el último informe de la ONG Human Rights Watch, el nivel de desplazamiento en
Buenaventura aumentó de un promedio de 9.500 personas al año entre 2004 y 2008 a casi 12.000 al año entre 2009 y 2013, “lo cual refuta cualquier afirmación de que la seguridad general en el municipio haya mejorado significativamente”, dice el informe que además señala que las autoridades presumen que en más de 150 casos en los cuales se denunció que una persona se había extraviado en Buenaventura entre enero de 2010 y diciembre de 2013, las personas habrían sido llevadas contra su voluntad y sido víctimas de desaparición. “Esta cifra duplica a las reportadas en cualquier otro municipio en Colombia”, puntualiza la ONG.
El alcalde Valencia, dice que las autoridades están trabajando para recuperar la tranquilidad de los bonaverenses. Sin embargo, jóvenes como Norbey Sanclemente, tienen miedo no solo de hablar y de atravesar todos los días las fronteras invisibles de los barrios, sino también de los últimos panfletos que se regaron en el puerto y en los que señalan que La Empresa lo que está haciendo es defendiendo las “ofensivas que el señor alcalde ordenó contra nuestros integrantes a través de Los Urabeños”, señala el comunicado que firma La Empresa y en el que dicen que se seguirán defendiendo ante esa ofensiva.
En Buenaventura la noche cae para muchos antes de las 6 de la tarde. A esa hora estamos comiendo pargo rojo al vapor en el centro de la isla. Ni el reportero gráfico ni yo nos movemos más allá del restaurante que queda aledaño al hotel. El temor en la ciudad es evidente y nosotros decidimos marcharnos a las 5 de la tarde, después de dos horas de recorrido por el puerto, y cuando aún hay movimiento en el centro y en el terminal de transportes. Otra noche espera a Buenaventura.