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La muerte olvidada de El Calvario

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El pasado sábado 19 de abril una bala perdida acabó con la vida de un niño de apenas dos años en el barrio El Calvario. Su madre, de 16 años, y su padre, un reciclador del sector, quedaron llenos de angustias y dolores. Este es apenas uno de los 55 menores muertos por hechos violentos en Cali en lo que va corrido del año.

Calvario 2

Por Raxson Montilla

Fue el Sábado Santo cuando Talía Andrea tuvo que ver morir a su hijo de dos años y cuatro meses en sus brazos. Ella tiene 16 años pero es una adelantada de la vida. Aunque nunca terminó el colegio –solo cursó hasta octavo grado–, desde que recuerda ha trabajado vendiendo diferentes cosas en el centro de Cali. Además, como muchas menores de edad que viven en el sector El Calvario, antes de cumplir sus 15 años se convirtió en madre.

“Eran como las 5:00 p.m. cuando yo estaba sentada en el negocio de mi madre; entonces, llega un hombre, el que también murió, en una moto y se sienta a fumar un cigarrillo al lado de donde nosotros estábamos. En ese momento Juan Esteban jugaba más abajo en la cuadra, cuando llegaron disparando unos hombres vestidos de locos. Yo no reaccioné de una por mi hijo porque él estaba retirado. Cuando empieza la gente a gritar:“¡El niño, el niño!”. Entonces, salgo corriendo a recogerlo pero ya estaba muerto. Salí de una para el Hospital San Juan de Dios, pero allá me dijeron que ya había fallecido”, cuenta Talía.

Según Edward Hernández, personero delegado de Infancia y adolescencia, “de acuerdo a los registro que hemos recibido de las autoridades, en el primer trimestre entre enero y marzo del 2013 en Cali se habían presentado 48 muertes de menores de edad, hoy estamos hablando que en el mismo periodo ya van 55 muertes de menores de los diferentes barrios y en diferentes situaciones”.

El negocio de la madre de Talía queda en la calle 13A con carrera 11, en medio de la olla del barrio El Calvario, a pocas cuadras de la estación de Policía Fray Damián. Ella vende comida: frijoles, lentejas o huevo con arroz. Con las ganancias del día a día paga la habitación que comparte con una sobrina y otra de sus hijas, que por el momento se encuentra fuera de la ciudad.

En la esquina donde murió Juan Esteban lo único que se ve es el polvo que una señora intenta barrer inútilmente; un par de negocios de comida, competencia y amigos de la madre de Talía; gente sentada en los andenes; y un par de ojos perdidos de algún personaje olvidado, que tirado en el piso esconde entre su camisa un frasco de Sacol.

Casa Talia 2La casa donde vive Talía queda volteando la esquina de la carrera 12, a media cuadra de la calle 13, por donde transitan los buses del MIO. Al igual que muchas residencias del lugar, la casa es un inquilinato donde viven muchas familias y personas. Ahí convive diariamente y bajo el mismo techo tres familias más, cerca de diez personas. Ella comparte habitación con el padre de Juan Esteban, en el cuarto de al lado vive una señora con un niño de unos once años, al comienzo del pasillo vive otra mujer con dos niños que no superan los diez años, y su madre ocupa el cuarto del fondo con una sobrina de cuatro años.

Es una casa grande que está a punto de caerse, no solo por lo desgastados que están sus materiales, sino por la construcción de viviendas de interés social, que se llevará a cabo en El Calvario y Sucre, donde trasladarían a los habitantes de los barrios San Pascual y Fray Damián, que serán reacomodados para adelantar las obras de los establecimientos comerciales del proyecto Ciudad Paraíso, que incluye 30 manzanas urbanas ubicadas entre las calles 12 y 17 y las carreras 10 y 15.

Vale la pena recordar que dicho proyecto ha tenido varios intentos de ejecución. La Alcaldía, por medio de La Empresa Municipal de Renovación Urbana (Emru), ha derribado edificios, comprado algunos predios, realizado reuniones, estimado precios y ha hecho ofertas; sin embargo, las obras parecen estancadas.

María Elena López Tenorio, gerente de la Emru, afirmó en los últimos días que ya están disponibles los recursos de la Nación para la construcción de la Estación del Sistema de Transporte Masivo, uno de los pilares del proyecto, y la primera etapa, que es la más avanzada. Además, aseguró que ya hay un aliado estratégico para el espacio público del sector.

“Tenemos un aliado estratégico que va a hacer una inversión importante en esta estación, que va a aportar espacio público que hoy la ciudad no tiene en esta zona, de alrededor de 12.000 m2 y se ha iniciado el plan parcial con la compra de los terrenos”, afirmó.

Según, una de las administradoras del inquilinato, quien cobra y paga el arriendo y los servicios a la dueña de la casa, que vive en el sur de la ciudad, “esta casa queda en medio del proyecto y a la propietaria ya le han informado y está en negociaciones por la venta del predio”.

Así que los habitantes de esta casa no saben para dónde se van a ir a vivir en el futuro. Por ejemplo Talía lleva toda su vida viviendo en el mismo lugar y en el momento no tiene cabeza para pensar que será de su futuro. Acaba de pasar por un suceso trascendental en su vida. Al preguntarle qué piensa hacer ahora, dice que quizá vuelva a estudiar, pero aún no lo sabe.

El entierro fue apenas hace unos días, exactamente el domingo 20 de abril a las 3:00 p.m. Según la tía Vicky, Radio Calidad ayudó con $300.000 para poder comprar el ataúd; a los padres les toco rebuscarse el resto.

Esta madre de luto cuenta su historia como si fuera un paso más de su vida, uno de esos que le ha tocado dar siempre, llenos de incertidumbre y violencia. Habla de su hijo y de su casa sin mostrar nostalgia. De lo duro que le fue buscar el dinero para pagar todos los gastos del entierro, del olvido del Gobierno, que, según ella, no le ayudó en nada.

“Lo único que quiero es justicia –dice Talía sin inmutarse; las palabras fluyen como si hablara de un suceso ajeno a ella–. Igual, el mismo día que estaba en el hospital me dijeron que habían cogido al que disparó ese día, lo cogieron con todo y pistola”.

Según Edward Hernández, la mayoría de las muertes violentas que se presentan en Cali son por arma de fuego. “En la ciudad estamos en una situación de enfrentamiento de los jóvenes que requiere de acciones inmediatas y urgentes, no seguir negando el enfrentamiento de bandas que se está presentando en las comunas de Cali”, agrega.

Según datos de la Personería Municipal, en 2013, las comunas donde más se presentaron muertes violentas estaban ubicadas en el Distrito de Aguablanca: fueron las comunas 13, 14,15 y 21. Por ejemplo, en el barrio El Vergel se presentó un hecho similar, cuando en medio de una pelea de pandillas, una bala perdida causó la muerte de una niña de seis años.

Calvario 1.1

“Cali necesita un plan de atención integral para nuestros jóvenes. Dentro de este plan no estamos hablando solamente de desarme: de montar una mesa y entregar las armas. Los chicos requieren una atención en sus barrios, generación de oportunidades, se deben generar opciones laborales, asegurando que estas puertas se habrán realmente porque la mayoría de chicos que vienen de estos sectores generalmente tienen las puertas cerradas en el sector empresarial de la ciudad”, propone el personero de Infancia y Adolescencia. Eso sería algo que podría ayudar a Talía y a su esposo, quien trabaja en el reciclaje para poder pagar los $6.000 diarios que cuesta pasar cada noche en ese lugar. Sin embargo, llevan varios días sin pagar su cuota diaria, afirma una de las administradoras del inquilinato, quien además asegura que desde el trágico suceso ninguno de los dos ha salido a trabajar.

“Pues sí necesito trabajo porque ahora no tengo nada qué hacer; yo vendía medias en el centro, pero desde hace rato que no”, comenta la madre en medio del único suspiro que se le salió en toda la conversación. Su tía dice que todos los días le tienen que dar ánimo. “Aunque Talía y su marido aparentan tranquilidad, cada vez que entran a hacerse compañía a su habitación, se llenan de angustias y dolores”. Por esta razón, no han tenido fuerzas de seguir adelante, de continuar con sus labores diarias, que son las únicas que les permiten conseguir el dinero que necesitan para sobrevivir y dormir bajo un techo que está a punto de caerse.


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